Las noticias son para la mente lo que la comida basura para el cuerpo
Imagina que estás encerrado en una habitación. No hay libros que leer, ni ventanas por las que mirar, ni acompañantes con los que charlar. Y que lo único que te conecta con el mundo exterior son las noticias. Al fondo de la habitación hay un televisor con un único canal: una emisora de noticias veinticuatro horas. A su lado, un ordenador solo te permite navegar por sitios de noticias. Y todos los días te dejan un periódico a través del buzón de la puerta herméticamente sellada de la habitación. Y entonces, tras exactamente diez años, la puerta se abre y puedes salir.
¿Saldrías?
Probablemente no. Porque las noticias han trastornado completamente tu visión del mundo. Han destrozado tu fe en la humanidad ahogándote con historias de asesinatos, violaciones y engaños. Te han convencido de los peores prejuicios inundándote con inmigrantes criminales, musulmanes violentos y desempleados de otras razas. Te han hecho temer los riesgos más improbables, aterrorizándote con accidentes de avión, atentados terroristas y ajustes de cuentas por el tráfico de droga. Te han robado toda esperanza en un mundo mejor saturándote de políticos embusteros, líderes corruptos y empresarios codiciosos.
En definitiva, te han llenado de desafección, desconfianza, ansiedad, prejuicios y, sobre todo, desinformación.
Las noticias son comida basura para la mente
Las noticias son para la mente lo que la comida basura para el cuerpo. Satisfacen fugazmente tu apetito de espectáculo y entretenimiento, pero luego te dejan insatisfecho y desinformado. Porque las noticias son también solo calorías.
Son la promesa de explicarte "qué sucede en el mundo", pero hacen justamente lo contrario: constantemente te presentan la excepción sensacionalista pero omiten la regla. Te asustan con riesgos exagerados, pero no arrojan luz sobre el progreso sistémico. Te dejan asombrado con problemas deprimentes, pero rara vez te ofrecen alguna solución.
Las noticias nos hacen espectadores pasivos de un mundo lleno de acontecimientos dramáticos de los que no parecemos tener el control. Aunque prometen acercarte al mundo, en realidad te alejan de él. Siembran desafección, división y sospecha, y recogen polarización, conflicto y desesperanza. Nos hacen más temerosos de los otros, del mundo, y del futuro.
En resumen: las noticias son malas para la salud, tanto como individuos como sociedad.
Estamos colectivamente enganchados a las noticias
¿Y aquella metafórica habitación que comentábamos al principio? No es pura ficción. Porque nuestra sociedad es una burbuja mediática, y estamos todos atrapados dentro. Las noticias son inevitables.
Sea por televisión, radio o periódicos; en las pantallas del metro, el autobús o el tren; a través de notificaciones en portátiles, tabletas o teléfonos; por Facebook o por Twitter… En todas partes la última noticia de última hora está acechando nuestra atención. Y lo consigue. Un adulto medio dedica casi una hora diaria a consumir noticias. Eso son casi tres años de una vida.
Las noticias copan nuestra vida desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche. Monopolizan nuestras conversaciones de ascensor o de café, influyen en nuestra percepción del mundo y en nuestra decisión de voto; conforman nuestra actitud hacia otras culturas y países, y juegan con nuestras preocupaciones y nuestros ánimos.
Y no para bien. Piensa en todas las noticias que has digerido el año pasado, sea por inercia, por hábito o por un sentido del deber cívico. Y pregúntate, ¿cuáles me han hecho más sabio?, ¿cuáles me han enseñado realmente algo nuevo?. ¿Puedes pensar solo en una?
Las noticias: el arma perfecta del populismo
Mientras tanto, las noticias alimentan constantemente todo tipo de mitos. No porque sean falsas o porque los medios de comunicación estén librando una conspiración para manipularnos. No; las noticias nos manipulan porque dan más atención a lo sensacionalista, lo excepcional, lo trágico, lo inmediato y lo anecdótico. Y omiten lo cotidiano, lo habitual, lo positivo, lo tradicional y lo predecible.
Es por ello por lo que tendemos a pensar que la mayoría de los terroristas son musulmanes, aunque no sea cierto. Que el mundo está yendo a peor, aunque no sea cierto. Que un atentado es una amenaza mayor que el azúcar, aunque no sea cierto. Que la crisis financiera comenzó en 2008, aunque no sea cierto.
Estos mitos provocan efectos visibles en la sociedad. Es por lo que la polarización crece en todo el mundo, mientras decrece la confianza en el progreso. Cada vez más, líderes autócratas como Donald Trump en los Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil crecen para ocupar ese vacío. Las noticias son el hilo conductor que los une. Porque las noticias nos polarizan, nos hacen desistir de la posibilidad de cambios y están inherentemente obsesionadas con los extremos.
Como resultado, las noticias son la herramienta de propaganda perfecta para líderes populistas con tendencias personalistas que tratan de obtener poder dibujando el mundo más dramático posible, acusando de ello a los demás y presentándose ellos mismos como la solución.
Porque las noticias no son sino un gran anuncio publicitario de que las cosas antes iban mejor, de que no puedes confiar en los demás, de que lo próximo es mejor que lo extraño, y que la civilización es solo una delgada carcasa que solo puede sostenerse con la ley y el orden.