Mar de fondo
Descarté la autovía y tomé el serpenteante camino del interior. Es más largo, pero quería disfrutar desde el coche los colores del último estertor del atardecer sobre el valle. Eran más de las nueve y conducía relajado a encontrarme en Ruiloba con Adrián, su chica y niños y amistades.
—Vamos a La Corneja y vemos la puesta de sol —me había escrito a mediodía.
Eso de La Corneja me recordó automáticamente a la divertida súplica de Brassens para ser enterrado en la playa de La Corniche, en la Costa Azul:
-
Juste au bord de la mer
á deux pas des flots bleus
creusez si c'est possible
un petit trou moelleux,
une bonne petite niche.
sur la plage de La Corniche. -
Justo al borde del mar
a dos pasos del oleaje azul
cavad, si es posible,
un agujerillo mullido,
un buen nicho pequeño
en la playa de La Corniche.
Descubrí el lugar hace dos lunes con Sofía, ¡qué irrepetible trébol de cuatro hojas conocí aquella tarde! Conectamos y me propuso tomar un helado en la cafetería Covadonga, en Torrelavega. Pero yo no quiero darle a mis ojos ni muros terribles ni brutalismo fabril ni una cita a ciegas en la decadente babilonia posindustrial. Fruncí el ceño de la imaginación y le planteé, mejor, acercarme yo a su comarca. Allí la recogí y saltó a mi coche. Yo al volante pero ella conduciendo, me guió hasta un recorte de terciopelo verde tendido al borde del infinito.
—Aquí traigo a mis citas —dijo al llegar, hurtando sin pretenderlo parte de la magia del encuentro.
El mirador de La Corneja es un balcón al océano. Es el abismo. Es un sándwich que el cielo y el mar le hacen al horizonte y donde la Naturaleza derrocha, con una abundancia casi dolorosa, tanta belleza que parece que no dan abasto los sentidos. Allí conocí a Sofía.

Llegué a las nueve y media y encontré a Adrián charlando animadamente con su gente. Yo me uní al grupo resguardando cierta distancia para mí. Hablaban, reían y tomaban algo recostados en corro sobre una manta. Y así se puso el sol del veintiséis de julio: tierra, aire, agua y fuego en el horizonte. Todos los días atardece, pero solo allí atardece así. En mi cabeza centelleaban los ecos del cómico testamento de Brassens:
-
Pauvres rois pharaons!
Pauvre Napoléon!
Pauvres grands disparus
gisant au Panthéon!
Vous envierez un peu
l’éternel estivant,
qui fait du pédalo en rêvant,
qui passe sa mort en vacances. -
¡Pobres reyes faraones!
¡Pobre Napoleón!
¡Pobres grandes desaparecidos
que yacen en el Panteón!
Envidiarán un poco
al eterno veraneante,
que pedalea sobre las olas soñando
que pasa su muerte de vacaciones.
Ya había cerrado la noche cuando ayudé a Adrián a doblar la manta para ir a la bodega Miradorio, donde estaba anunciado el concierto de dos músicos locales. La bodega es también un restaurante y un delicioso jardín al aire libre con un estrado de madera que flanquean viñas y petunias. Y la bodega es, ay, el remansado refugio adonde Sofía me llevó de la mano hace dos lunes tras nuestra sorprendente cita en La Corneja. Un itinerario, el mirador y la bodega, que anoche repetí con Adrián y sus amistades. A veces pienso que el destino se burla de mí.
Fue en torno a un barril en aquel mismo jardín que me senté con Sofía hace dos lunes:
—¿Qué os pongo?
—Un
Mar de fondo
—dijo ella con seguridad.
—Que sean dos —añadí dubitativo.
Y libando aquel néctar untuoso me dejé enamorar. Extendí mi alma inerme sobre el barril, ancha como las paredes. Hablamos de Gainsbourg, de fado, de Brel en el puerto de Amsterdam, de las novelas de Bradbury. Ambos leímos Seda, de Baricco. Le recité dos estrofas de Lope; ella un verso de Noir Desir. La cultura; qué poderoso afrodisiaco. De vuelta a su casa detuve el coche en una atalaya del valle para robarle un beso delicado y urgente. La sentí estremecerse entre mis brazos.
—La belleza es una droga.
—Yo soy adicto.
Ayer fue viernes y hubo concierto en la bodega. Niños y ancianos; gentes
llegadas de toda la comarca, forman corros entre las viñas y toman sitio en
torno al estrado. Hay luces, rumores y brindis. Los músicos prenden la
fiesta de una noche de verano. ¡Ruge tanto el acordeón que puedo sentirlo en
la piel! Me separé discretamente de mis amistades, como buscando una soledad
inviable. Y la eché mucho de menos, tan presente en su ausencia… Pedí un
Mar de fondo. Y hienden mi alma lacerada las dentelladas proféticas
de
Yo sabía, qué doloroso espejo:
Yo sabía… yo sabía / que esto ocurriría / cuando juegas con fuego / te
sueles quemar
.
Solo nos vimos cuatro o cinco veces. De la última regresé como un ciervo herido. Ella se dio cuenta. Esta tarde me llamó y me dijo que es mejor que no volvamos a encontrarnos. He agradecido sereno su asertividad, mientras un dolor antiguo reverdece dentro de mí.
-
Et c'est là que jadis
à quinze ans révolus,
je connu la prime amourette.
Auprès d'une sirène,
une femme-poisson,
Je reçu de l'amour
la première leçon:
avalai la première arête. -
Y es ahí donde antaño,
a los quince años cumplidos,
me enamoré por primera vez.
Junto a una sirena,
una mujer pez,
recibí del amor
la primera lección:
tragué la primera espina.