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Jaime Gómez-Obregón

¿Tsunami de libertad o alienación tecnificada?

Asistimos a un papel inédito de la tecnología en el empoderamiento de las revueltas sociales. ¿Son eficaces las leyes del siglo XX para las protestas del XXI?

Las consecuencias para la cohesión social de la revolución tecnológica son una seria preocupación para el Estado. Son palabras de su más alta jefatura, el rey Felipe VI, en su discurso de esta Nochebuena.

Unas palabras que no me llegaron por televisión —⁠ese electrodoméstico del siglo pasado que para las nuevas generaciones resulta tan ridículamente limitado como para sus padres lo es ahora el telefax—, sino precisamente por uno de los medios sociales digitales habilitados por esa revolución tecnológica.

En el Reino Unido cuatro trabajadores anónimos decididos a exponer los embustes del Brexit han recaudado 1,5 millones de euros en microdonaciones online y han convertido Led By Donkeys (liderados por burros) en un agente hiperactivo en la última campaña electoral.

¿Tsunami de libertad o alienación tecnificada? Artículo publicado en el periódico

En Cataluña, el presupuesto anual de Ómnium Cultural crece año a año y supera ya los 12 millones de euros (el 99 % de origen privado, según sus cuentas auditadas). Para unos, financiación de la movilización social; para otros, millones en propaganda multimedia.

Solo este otoño más de un millón de personas han tomado coordinadas las calles de Chile, grandes multitudes desafiaron en Hong Kong a la policía y al sistema, y decenas de miles de manifestantes catalanes ocuparon el segundo aeropuerto español, El Prat, logrando la cancelación de más de cien vuelos y visibilidad global.

Las convocatorias relámpago se convocan y financian por canales exclusivamente digitales, y en el caso de Cataluña por una organización hasta entonces desconocida y aún hoy anónima: Tsunami Democràtic.

En el caso español y en los días posteriores, mientras las autoridades urgían medidas policiales y advertían que aplicarían las leyes y tribunales antiterroristas, los anónimos activistas en cambio centraban sus esfuerzos en perfeccionar y hacer global su app móvil, basada en una compleja arquitectura friend-to-friend (F2F) que anonimiza y descentraliza la difusión de la información mediante criptografía asimétrica y redes distribuidas.

Y mientras los comentaristas políticos clásicos todavía debatían en los platós como si la toma del aeropuerto de una manifestación más se tratase, la app móvil de Tsunami Democràtic llegaba a Product Hunt —⁠el principal escaparate mundial de productos digitales⁠— y se hacía global. Además, su código fuente informático era publicado al alcance y el escrutinio de todos y su canal de Telegram superaba los 400.000 miembros, uno de los más concurridos del mundo.

Como en Reino Unido, Hong Kong y en Chile, ahora en España por primera vez la tecnología ha adquirido un papel protagonista en nuestra larga tradición de revueltas sociales, que es tan antigua como lo es España misma.

La semana pasada tuvo lugar el clásico: el partido de fútbol entre el FC Barcelona y el Real Madrid: uno de los eventos deportivos más importantes del mundo, con una audiencia total estimada de más de 650 millones de espectadores en 185 países. Dos partidos en uno: ambos clubes jugaron al fútbol mientras policía y manifestantes jugaron al gato y el ratón. Porque nadie sabía a ciencia cierta qué pasaría tras el ambiguo pero rotundo llamamiento de Tsunami Democràtic a jugar todos el partido.

Tampoco es sabido quién o quiénes están exactamente detrás de este fenómeno global que ha llegado a España y promete quedarse para cambiar el Estado de las cosas, y nótese el juego de palabras. ¿Estamos ante un tsunami de libertad que empodera a una ciudadanía autogestionada o ante el inicio de una sofisticada era de alienación tecnificada?

La judicatura española tardó 24 horas en cerrar el sitio web de Tsunami Democràtic: un récord para un estamento cuyos tiempos de reacción se miden en una escala de meses y años. Los activistas, en cambio, tardaron apenas cinco minutos en reabrirlo de nuevo, y además surgieron en la red decenas de réplicas en un más que previsible efecto Streisand. ¿Son eficaces las leyes e instituciones del siglo XX para las protestas innovadoras del XXI?

Por orden judicial el sitio web tsunamidemocratic.cat es inaccesible. Pero solo desde España y no desde el resto del mundo. La medida, además de trivial de sortear, parece suponer la reedición de un moderno index librorum prohibitorum —⁠el índice de libros prohibidos por la Inquisición⁠— en una de las principales democracias del Europa. ¿Tiene sentido imponer jurisdicciones nacionales en un medio líquido como internet?

Vivimos un momento histórico apasionante y los medios generalistas más tradicionales han quedado en evidencia y con el pie cambiado. En el próximo golpe de Estado nadie ocupará Prado del Rey, está claro. ¿Va la vieja prensa, otrora hegemónica, ya a rebufo de lo que se cocina en las redes sociales?

Sea como fuere, lo que es cierto es que asistimos por primera vez en la larga retahíla de revueltas ibéricas al momento en el que la alta tecnología ha adquirido un papel movilizador principal. Es zeitgeist.

La tecnología es transversal y transformadora. Puede proporcionarnos bienestar y al tiempo arriesgar nuestro puesto de trabajo. Puede liberarnos o hacernos esclavos. Y el entorno es volátil, incierto, complejo, ambiguo.

Como país no podemos sino arrojarnos preguntas en vez de certezas. Y situar un gran signo de interrogación ante las muchas incógnitas que nos depara un futuro apasionante que no acaba sino de comenzar.

Este artículo fue publicado en la página 28 de la edición impresa de El Diario Montañés del 28 de diciembre de 2019.